Una breve historia

Hablar del origen de nuestra escuela de enfermería, necesariamente nos obliga a describir la esencia de quien le dio vida y proyección, plasmando sus más grandes ideales en la tarea que hoy continuamos para la formación de nuevos profesionales de enfermería, me refiero a María Elena Maza Brito.
Ella, mujer de gran talento; no más que su calidad humana, como los grandes hombres de la historia, dejo huella en su corto tiempo de transitar por la vida, y es precisamente en la enfermería mexicana que dio muestra de lo que debe ser el humanismo desde la profesión.
Estos aspectos, sin duda, fueron el reflejo, más bien la extensión de las enseñanzas construidas y guiadas desde el seno familiar; esta magia la encontramos al reconstruir su historia.
María Elena Maza Brito Llegó al hogar formado por Don Antonio Maza Flores Alatorre y Doña María Elena Brito de Maza, el 28 de enero de 1930, personas de nobles principios que contribuyeron a la preparación de una de las enfermeras más relevantes que han existido en el país.
Baby como todos le decían, ocupó el quinto lugar dentro de su familia, donde fue llamada bebita, apelativo que perduro por toda la vida; y aun en el contexto profesional y laboral era siempre nombrada.

Durante su infancia, fue siempre notoria su inteligencia y carácter firme, estos aspectos le permitieron destacar entre sus compañeros, y aun entre sus hermanos, quienes la respetaban, sin dejar por eso el gozo de vivir y disfrutar esta importante etapa de su vida.
Así llegó el año de 1935, época en que la persecución religiosa cobró auge, la Srita. Elena Amor formó un grupo particular para niñas donde se impartía enseñanza correspondiente al Kínder Garden, grupo al que ingresó Baby, posteriormente pasó al Colegio Francés de San Cosme, donde continuó sus estudios primarios y secundarios.
Durante estas etapas, se convirtió en lectora asidua, gustaba de adquirir cultura general, tenía como predilección la música, interesándose por el piano, instrumento que llegó a dominar y que le brindó la oportunidad de presentar varios recitales en la Sala Schifier de la Ciudad de México, pero en su espíritu latía un anhelo de servicio.
La vocación de seguir la carrera de enfermería tuvo un aspecto decisivo en ella, a la vez que se vio estimulada por el ejemplo de su progenitora, quien también, profesó la misma carrera, de ahí nació el deseo de seguir esta profesión.

Inicialmente su deseo de estudiar Enfermería, no fue del todo aceptada por su familia, por lo que permaneció dos años dedicada exclusivamente a otras labores, entre ellas las artísticas; sin embargo y ante la convicción de alcanzar sus ideales, logró obtener la autorización de sus padres para ingresar en 1949, a la Escuela de Enfermería del Instituto Nacional de Cardiología, durante su formación educativa en esta institución, perteneció al grupo llamado «Los siete Sabios de Grecia», caracterizado siempre por disputarse los primeros lugares por excelente aprovechamiento.
Por aquellos tiempos, la escuela de enfermería otorgaba a la alumna más destacada en el año, un premio consistente en una lámpara de oro, de la cual se hizo acreedora los tres años de estudio.
Ya se perfilaba en ella su carácter lleno de dinamismo y entusiasmo, que habría de aumentar en su vida profesional, pues desde estudiante de enfermería participaba activamente en la entonces Asociación Mexicana de Enfermeras.
Los estudios iniciados llegaron a la meta final el día 28 de abril de 1951, en la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia, donde sustentó su examen profesional y fue aprobada por unanimidad de votos.
Su estancia en la institución que la vio nacer profesionalmente, fue recordada con cariño por mucho tiempo, a la mente de quienes la conocieron, evocaban aquellas tardes en las que la Enfermera Maza Brito, cooperaba en el departamento de Cirugía Experimental, donde adquirió gran habilidad para el manejo del instrumental quirúrgico, de igual forma, fuera de su horario de trabajo atendía y acompañaba a los pacientes que se encontraban hospitalizados, a quienes les brindaba afecto, ayuda y comprensión.

Superación y Vocación

 Quizás se pensaría que hasta aquí había terminado su preparación, pero no, ese fue sólo el inicio para seguir escalando la cima de triunfos y glorias mediante la ayuda constante a los demás; paralelo a ello, se incluyó en las filas de la enfermería nacional, para luchar constantemente por la superación de la profesión, por la que sintío verdadera vocación, lo que le permitiría lograr uno de los más grandes ideales de su vida.

María Elena Maza, siempre se caracterizó por su constante superación, fue becada por el Instituto Nacional de Cardiología, para realizar el primer curso de Educación en Enfermería organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México, de este modo pasó a formar parte del personal de instructoras de su propia escuela, realizando otra tarea que con amor desempeño hasta el último día de su existencia. Durante su estancia como instructora en el Instituto Nacional de Cardiología se hizo merecedora del cariño y respeto de sus alumnas. Debido a su carácter amable y comprensivo además de excelente formación, sus discípulas vieron en ella, un ejemplo a seguir.

Dentro de su ejercicio profesional fue enfermera del St. Benedict´s Hospital, de San Antonio Texas, en el año de 1953, institución a la que acudió para adquirir experiencia en el campo asistencial, además, de conocer los adelantos del país en esta rama, así como, la aplicación de estos en los hospitales de México. En 1957 ya formando parte del equipo de trabajo del doctor Salvador Zubirán; en el antiguo pabellón #9 del Hospital General, lugar donde nación el actual Instituto, se le asigna la creación del proyecto de la Escuela de Enfermería; el doctor Zubiran vio en ella el enorme potencias que poseía la joven profesionista para llevar a cabo esta encomienda; tarea que acepto con el amor traducido en compromiso y convicción de que algún día la escuela de enfermería fuera la mejor de México; para ello y debido a su propia exigencia, continuó se preparación en el extranjero, en ese momento conjuntamente con otra líder importante para la enfermería de esta institución; me refiero la Enfermera Dolores Rodríguez Ramírez quien más adelante dirigiría po casi cincuenta años el área de enfermería; ambas con apoyo del maestro y entonces director del hospital, Doctor Salvador Zubirán, realizaron curso en Educación en Enfermería en la Universidad de Texas, en Galveston, con el fin de adquirir conocimiento que ayudaría a la educación que se impartiría en la naciente Escuela de Enfermería; en este mismo año queda concluido tan importante proyecto, incorporándo desde este momento a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Es asi que en 1958; la escuela de enfermería abre por primera vez sus puertas a jóvenes estudiantes que llevarían impregnadas en su formación la mística de sus fundadores. Regresando a la vida de María Elena Maza Brito, tenemos evidencia que contribuyo a la educación en la enfermería nacional, fue el campo al que le dedicó la mayor parte de su vida profesional, sus mejores esfuerzos y sus más hondas preocupaciones. Así mismo becada por la Oficina Sanitaria Panamericana realizó en 1965, preparación en Enseñanza en la Universidad de Columbia Teachers Collage con sede en Nueva York. Fue una de las primeras enfermeras de América Latina preparada en este campo de la enseñanza. Pronto se verían los frutos cuando colaboró en el primer Curso de Enseñanza Programada para Escuelas de Enfermería en America Latina.

Ejemplo y Sabiduría.

Su experiencia en lo concerniente a la Administración de Escuelas, se proyectó en todo el país, mediante su participación como asesora en la Escuela de Enfermería del Hospital de Jesús (1964).
Así mismo, en la planeación y organización de la Escuela de Enfermería del ISSSTE (1965), En la Escuela de Enfermería dependiente de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, fue asesora con funciones de directora interina en la reorganización.
Sería interminable seguir enumerando cada una de las participaciones donde María Elena Maza Brito, dejó algo de su persona. Contemplar su vida, es un estímulo para seguir adelante con paso firme hasta llegar a emularla en lo posible.
En nuestro país y en el extranjero son innumerables las personas, entre enfermeras y médicos, que como maestra, les dejó señales de su paso por las aulas, donde llegó para impregnar en sus mentes los conocimientos adquiridos.
La inquietud de su espíritu le llevó a ser una lectora incansable, con legítimas preocupaciones intelectuales orientadas siempre hacia la docencia en las Escuelas de Enfermería a nivel nacional.
Son muchas las disciplinas que tenía con especialidad. Fue catedrática en los cursos post-básicos en enfermería tales como: Educación en Enfermería, Administración de Servicios de Enfermería, Enfermería Pediátrica, donde impartió las materias de Desarrollo Histórico de la Enfermería, Legislación en Enfermería y Administración de Escuelas de Enfermería.
Fue nombrada maestra colaboradora en la cátedra de Administración en Enfermería, dentro de la Maestría de Administración de Hospitales (1961–1967), que se dio a médicos de diferentes países, por lo que, estos se llevaron la imagen de una notable enfermera mexicana con preocupaciones extranacionales.
Su actividad, dinamismo e indiscutiblemente su preparación intelectual que cada día superaba, la llevaron a ocupar puestos a nivel nacional e internacional. Además, de haber sido distinguida por nuestro gobierno mexicano.

Trayectoria

A manera de corolario, tenemos que durante el periodo 1950–1956 fue nombrada Pro-Secretaría de la entonces Asociación Mexicana de Enfermeras, donde nuevamente demostró su capacidad administrativa. Más adelante, de 1958 a 1960 fue electa presidenta de la misma, sitio desde donde dirigió el timón de la Enfermería Nacional e inició su proyección hacia el plano internacional.
En reconocimiento a su obra, el entonces Colegio Nacional de Enfermeras, A. C. la elogió dentro del Consejo de Honor, esta dama (No ha faltado quienes la han comparado con Florencia Nightingale, la han llamado la Florencia Mexicana) que con su humanismo y firmeza guio la actividad de esa institución.
En 1959 como presidenta organizó el III Congreso Nacional de Enfermería y Obstetricia.
Nuestro país fue dignamente representado en el extranjero, por ella en diferentes ocasiones:

  • En Canadá en el V Congreso Internacional para Enfermeras Católicas.
  • En Roma al XI Congreso Internacional de Enfermeras.
  • En el V Congreso Regional de Enfermería realizado en Buenos Aires, Argentina en 1959.
  • Su palabra ha ido más allá de su voz; también por sus artículos frecuentes se distinguió.

El órgano oficial del Colegio Nacional de Enfermeras, A. C. lo constituye la Revista «Enfermeras» que desde 1953, contó con su colaboración en forma directa.
María Elena, fue una persona que además de su lengua materna, dominó el idioma inglés y francés, mismos que le permitieron ser asesora sobre la traducción y edición de libros sobre enfermería que publicó la Editorial Interamericana S. A.
Enumerar sus trabajos publicados, nos llevaría mucho espacio y aun así podría escaparse a nuestra mente alguno, sin embargo, sí podemos decir, que sus publicaciones fueron constantes sobre aspectos estudiados por ella misma. Sus pensamientos engalanaron las páginas de «Enfermeras», la Revista de la Sociedad Mexicana de Higiene, El boletín de la Asociación de Médicos del Instituto Nacional de la Nutrición, «Antorcha Estudiantil» órganos de la Escuela de enfermería de León, Universidad de Guanajuato y algunos periódicos y revistas del extranjero.
El conocimiento basto sobre la enfermería mundial, su riqueza cultural; así como el dominio de los idiomas, contribuyó en el triunfo alcanzado, ya que con ello, abrió las fronteras de la experiencia extranjera; es a ella quien  se debe la traducción de varios artículos y libros editados en el extranjero que fueron han publicados en nuestro país.
Su interés por conocer a fondo la génesis de la Enfermería, le permitió conocer su evolución, reformas y desarrollo; y sobre todo la proyección que tendría esta disciplina en años venideros. Esto ha quedado plasmado en el libro «Historia de la Enfermería» de la cual fue co-autora.
Lo que realizó María Elena Maza Brito, le hizo ser merecedora de premios y reconocimientos, en repetidas ocasiones el Colegio Nacional de Enfermeras, A. C. la distinguió por su labor y devoción por la enfermería mexicana, así mismo, le otorgó varios diplomas, como reconocimiento por su brillante actuación a través de los años.
La Enfermería Nacional representada por la Asociación Mexicana de Enfermeras, también reconoció su obra encomiable, en la que María Elena Maza Brito dejó su huella (ejemplo para que las generaciones presentes y las venideras valoren como excepcional), y la distinguió con la medalla de oro «Micaela Ayanz», como la mejor enfermera del país.
En julio de 1968 el Colegio Nacional de Enfermeras, A. C. por votación unánime decidió proponerla como candidato al Consejo Directivo del Consejo Internacional de Enfermeras. Esta fue la primera vez que una enfermera de América Latina es propuesta para ocupar un cargo en el Consejo Internacional de Enfermeras.
Esta gran mujer, murió el 16 de febrero de 1970, a los 39 años; representando una dolorosa pérdida para la enfermería nacional e internacional.
En honor a ella, el Doctor Salvador Zubirán, conjuntamente con la mesa directiva, propone que la escuela de enfermería lleve su nombre, oficializándose esto en 1971.
El Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, y toda la comunidad educativa que hoy conformamos la escuela de enfermería; nos sentimos   orgullosos, por haber tenido a esta maestra y líder; a ella debemos mucho de la enfermería institucional y mexicana.
Ella es María Elena Maza Brito; y sigue presente su legado en cada alumno, en cada generación de esta gran Escuela.
Escuela de Enfermería «María Elena Maza Brito», del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición «Salvador Zubirán».

Autor: M.E. Araceli Jiménez Méndez, Directora técnica EEMEMB